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La concepción moral de la vida consiste, sabido
es, en que el sentido de la vida es transportado de la personalidad
al grupo en sus diversos grados: familia, tribu,raza estado. Según
esta concepción, resulta que como el sentido de la vida reside
en la agrupación de las personalidades, estas personalidades
sacrifican voluntariamente sus intereses a los del grupo. (...)
Pero, cunato las más las sociedades llegaban a ser complicadas,
cuanto más grandes se hacían, cuanto más se
afirmaba la tendencia de las personalidades a perseguir su interés
personal en detrimento del interés general; más entonces
el Poder debía recurrir a la violencia para dominar a esas
personalidades rebeldes. Los defensores de la concepción
social tratan de ordinario de confundir la noción del poder,
es decir la violencia, con la noción de la influencia moral,
pero esta confusión es prácticamente imposible. La
influencia moral obra sobre los deseos mismos del hombre y los modifica
en el sentido que se le exige. El hombre que sufre la influencia
moral obra según sus deseos. Mientras que el Poder, en el
sentido corriente de la palabra, es un medio de obligar al hombre
a obrar contrariamente a sus deseos. (…) El pago de los impuestos,
el cumplimiento de los deberes sociales, la sumisión a los
castigos, cosas todas que parecen voluntarias, tienen siempre
en el fondo el temor de una violencia.
La base del poder es la violencia física y
la posibilidad de hacer sufrir a los hombres; una violencia física
es debida sobre todo a individuos mal organizados, de tal modo que
obran de acuerdo aunque sometiéndose a una sola voluntad.
Estas uniones de individuos armados que obedecen a una voluntad
única forman el ejército. el Poder se encuentra siempre
en manos de los que mandan el ejército, y siempre todos los
jefes del Poder, desde los cesares romanos hasta los emperadores
rusos y alemanes, se preocupaban del ejército más
que de cualquier otra cosa, y no favorecen si no a él, sabiendo
que si está con ellos, el poder les está asegurado.
Esta composición y esta fuerza del ejército, necesarias
a la garantía del Poder, son las que han intrducido en la
concepción social de la vida el germen desmoralizador.
El fin del Poder y su razón de ser están
en la limitación de la libertad de los hombres que querrían
poner sus intereses personales por encima de los intereses de la
sociedad. Pero, sea el Poder adquirido mediante el ejército,
por herencia o elección, los hombres que lo poseen no se
distinguen en nada de los demás hombres y, como ellos, son
impelidos a no subordinar su interés al interés
general ; al contrario. cualquiera que sean los medios empleados,
no se ha podido hasta el presente, realizar el ideal de no confiar
en el Poder sino a hombres infalibles, o solamente de arrebatar
a los que los que lo detentan la posibilidad de subordinar a los
suyos los intereses de la sociedad.
Todos los procedimientos conocidos, el derecho divino,
la elección, la herencia, dan los mismos resultados negativos.
Todo el mundo sabe que ninguno de esos procedimientos es capaz de
asegurar la transmisión del poder sólo a los infalibles,
o aún de impedir el abuso de poder. Todo el mundo sabe que,
al contrario, los que lo poseen (sean los soberanos, gobernadores,
ministros o agentes de policía) son siempre, porque tienen
el Poder, más inclinados a la inmoralidad, es decir, a subordinar
los intereses generales a sus intereses particulares, que los que
no tienen el Poder. Eso, por lo demás, no puede er de otro
modo.
La concepción social no podía justificarse
sino en tanto que las personas sacrificaban voluntariamente
su interés a los intereses generales; pero tan pronto como
hubo entre ellos quienes no sacrificaban voluntariamente su poder,
se sintió la necesidad del Poder, es decir, de la violencia,
para limitar su libertad, y entonces ha penetrado en la concepción
social y en la organización que de ella resulta el germen
desmoralizador del poder, es deci, de la violencia de unos sobre
otros.
Para que la dominación de unos sobre
otros alcanze su fin, para que pudiese limitar la libertad de los
que hacen pasar sus intereses privados antes que los de la sociedad,
el Poder hubiera debido encontrarse en manos de personas infalibles
(...) Pero como eso no existe, como, al contrario, las personas
que tienen el poder están siempre muy lejos de ser
santas, precisamente porque tienen el Poder, la organización
social basada en la autoridad no puede ser justificada.
La insumisión
Si los ejércitos se enumeran hoy por
millones de hombres, no es solamente porque cada estado ha sido
amenazado por sus vecinos, sino sobre todo porque le ha sido preciso
reprimir las tentativas de rebeliones interiores. lo uno fue el
resultado de lo otro: el despotismo de los gobiernos aumenta con
su fuerza y sus éxitos exteriores, y sus disposiciones agresivas
aumentan con su despotismo interior. (…) El servicio militar es
última expresión de la innata contradicción
social manifiesta súbitamente cuando la violencia es requerida.
(...) Los gobiernos pretendieron haber situado al ser humano fuera
del amparo de la cruel lucha personal, dándole confianza
en la inviolable estructura de la vida estatal. pero en vez de esto,
el Estado impone a los individuos una constante de parecidos riesgos,
con la diferencia de que en vez de la lucha entre individuos del
mismo grupo la lucha es ahora entre unos grupos y otros grupos.
Los gobiernos alegan que los ejércitos
son primordial mente requeridos para la defensa exterior, pero esto
no es exacto. Ellos son empleados, en primer lugar, para intimidar
a sus propios súbditos; y toda persona que cede a la conscripción
militar se convierte en participante voluntario en todos los actos
opresores del gobierno contra los ciudadanos. Es necesario señalar
cuánto realiza el Estado en favor del orden y el bienestar
de la comunidad (todo ello reforzado por la autoridad militar) para
convencerse de que todo hombre que cumple el deber militar se convierte
en cómplice del Estado aunque no quiera aprobarlos. todo
feudo dinástico o político ; las ejecuciones que se
realizan en estos feudos; la represión de las rebeliones,
el concurso militar en la dispersión de manifestaciones populares
; en reprimir las huelgas ; todas las extorsiones en materia de
impuestos ; la injusticia sobre el monopolio de la sociedad agrícola
; las trabas por la libertad del trabajo ; todo esto se realiza,
sino directamente por la tropa, si por la policía respaldada
por la tropa.
Cualquiera que cumpla su deber militar se convierte
en partícipe de todos estos actos ; los cuales a menudo suscitan
reparos y en la mayoría de los casos contradicen directamente
la conciencia. Los hombres no deben abandonar la tierra que han
cultivado durante generaciones ; no tienen por que dispersarse por
orden del gobierno ; no deben pagar impuestos abusivos. Tampoco
deben someterse voluntariamente a las leyes que no han contribuido
a crear ; tampoco deben desistir de su nacionalidad. De consentir
en el deber militar tendrán que acatar la orden de golpear
a los rebeldes. sin embargo, no deben secundar estos procedimientos
sin preguntarse a sí mismos si esto procedimientos son o
no justos. ¿debo contribuir a todo esto ?
(…) Por tanto todo hombre que reflexione sobre
la necesidad del Estado a cuyo nombre es requerido a sacrificar
su paz, su seguridad, su vida, tiene que llegar a la conclusión
de que no existe ningún fundamento razonable para tales sacrificios.
Incluso analizando el problema teóricamente, el hombre se
da cuenta de que los sacrificios que le solicita el estado carecen
de razón de peso ; si se considera el asunto desde el punto
de vista práctico, sopesando las diferentes condiciones en
que ha sido planteado por el Estado y su propia sujeción
a la conscripción militar indubitablemente y, en todo caso
menos ventajosas para él que si rehusara a cumplimentarlas.
(…) La desventaja especial para el miembro de la clase trabajadora
que no ha rehusado el servicio militar consiste en que, al empezar
el servicio, su participación y su tácito consentimiento
confirma la opresión a que se encuentra sometido.
Pero la cuestión concerniente al Estado,
tanto si su continua existencia fuese necesaria o fuera más
sensato optar por la abolición , no puede ser discutida en
su inutilidad por las personas requeridas a soportarlo tomando parte
en el servicio militar, y menos aún sopesando comparativamente
las ventajas y desventajas de la sumisión o insumisión
por le individuo mismo. ha sido decido irrevocablemente por la conciencia
religiosa, por la conciencia de cada individuo, para los cuales,
incuestionablemente, la conscripción militar representa una
cuestión de la necesidad o no del Estado.
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